Hay veces que me fijo en cosas superfluas. Aunque a mi me suelen llamar poderosamente la atención.
El sábado pasado como ya comenté, recorrimos uno de los bosques más sombrios, extraños, oscuros e inquietantes que yo recuerde. Es espectacular, pero uno presiente que allí no hay solo belleza.
He recorrido multitudes de hayedos en muchas zonas de nuestra geografía. Y suelen ser bosques límpios de maleza. Las hayas crecen solitarias y lustrosas. Son sitios que dan impresión de pulcritud y orden. No existe zonas de arbustos entre cada árbol. Son espaciosos, y la luz se filtra sin problemas.
Sin embargo, este del que hablamos tiene una fuerte inclinación. Y hay que sufrir lo suyo para avanzar.Es un hayedo muy viejo. De los más que conozco.
Me llamó la atención la cantidad de hiedras que axfisiaban prácticamente a cada árbol. El maligno "arfueyu" por el que se conoce en asturiano a estas lianas devoradoras de savia.
Surgian por todas partes, y gran cantidades de hayas aun en pie estaban prácticamente condenadas.
Fue inevitable fijarme en dos hayas. Enroscadas una a otra. Como temerosas de lo que les rodeaba. Habian crecido juntas,como para defenderse mejor. Me dió una sensación de gran ternura. Como si fueran una pareja de enamorados.
Pongo dos fotos de ellas. Al rodearlas, me di cuenta que parecia mirarme una de ellas a traves de su ojo vigilante. Era un nudo del tronco.
Me apeteció arrancarles un "arfueyu" que ya lleva tiempo acosando a una de ellas.
Sin embargo, allí solo estábamos de paso.
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