La llegada.



Los dejé detrás. Absortos en su proceso.

Habiamos llegado de la mano. Todos los demás se habian quedado por el camino. Miré de nuevo y los ví mirando las altas torres juntos pero en soledad, digiriendo el momento. Yo me adelanté y avancé hacia ella.

Quería tocarla. El tacto es un lenguaje. En el bosque siempre toco los árboles, es mi modo de mostrar respeto. Aquí no, aquí quería decirle que por fin habia traido el grupo ante ella. Lloviznaba. Lo hacía desde que habiamos enfilado las ruas que yo ya conocía.

En Santiago la lluvia es arte...pero aquel día la lluvia era el premio. Siempre me ha gustado sentirla en mi cara.

Por fín la toqué. Y fue como esperaba de intenso. Fui arrastrando la mano por el granito, sintiendo a veces los rugosos líquenes amarillos y a veces la suavidad del musgo. Fue bonito y regenerador. Cerré los ojos y pensé en los cientos de años y en los millones de gentes que desde todo el mundo han encaminado sus vidas hacia esta catedral. Podía oir la historia a la vez que me fijaba en la infinidad de detalles que tenia aquel sitio. Era mucho más grande todo de lo que lo recordaba.

Me dí la vuelta y caminé de nuevo hacia ellos. Pero eso es ya otra historia....

1 comentario:

•Mariluz• dijo...

¿Nadie va a comentar nada de esta foto? Joer, tíos, que lleva desde el 21 de marzo aquí puesta, ya os vale...Pues venga, comentaré yo algo, anda...
Me encanta, es preciosa. Los tonos azulados de la paloma contrastando con los verdes vivos del musgo y los amarillos de los líquenes. Y ese desenfoque lo suficientemente suave para dejarnos entrever la arquitectura del edificio. La definición y la saturación en su punto y el foco justo donde tiene que estar.
No es coña, me gusta mucho, de verdad, ya te lo había dicho, ¿no?

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