Choperas

Despues de unos días alejado del
mundanal ruido, retomamos la
rutina y el trabajo diario.
Estos días he estado en León.
Concretamente en el Páramo
leonés.
Días de Antruejo, de lluvia y de
viento.
Descansando de tanta montaña.
Está bien cambiar de paisajes de
visiones y de vivencias.
Si no seria muy monótono siempre
caminar bajo el mismo paso.
Fueron días perfectos para la fotografía.
Las lluvias, el frio y sobre todo el viento,
ayudaron a crear una atmósfera
límpia y una luz ideal.
Además, el paso del último frente, mantuvo
unos cielos muy bonitos.
Siempre cambiantes y dramáticos. Los grises y blancos de las nubes daban
mucho juego en las composiciones.
A pesar de no tener todo el tiempo que yo
hubiera deseado para tirarme horas y horas
con la cámara en ristre, me doy
por satisfecho.
Llevába unas semanas con la idea
de perderme por alguna chopera.
No sabría decir por qué me
produce tanta fascinación este
tipo de árboles y este tipo
de sitios.
La soledad que se respira, unido
al porte de estos gigantes, me
produce muy buen rollo.
Para los leoneses y demás gente
que vive al sur de la Cordillera,
supongo que apenas le prestaran
atención.
Sin embargo los que vivimos de
diario al lado del mar, no estamos
acostumbrados a verlos a cada momento.
Así pues yo los echo mucho de menos. Máxime cuando todas las
vacaciones de mi vida los he tenido presentes.
En otro orden de cosas.
Me gusta mucho disparar en formato
vertical.
Opino que en este tipo de fotos, se
condensa más la escena.
Es como si juntaramos todo el
paisaje posible en el menor espacio
que se pueda.
En definitiva, buscar la esencia.
Además, fotografiar árboles y bosques,
requiere este formato en un grán
tanto por ciento de las tomas.
En otros sitios como los paisajes de
montaña la cosa cambia.
La grandeza de valles, picachos y
lomas te demanda darle todo el espacio
posible y todo el angular que se pueda.
cuestión de pura lógica en mi
humilde opinión de aficionado.
Quizás no es la época del año más adecuada para los árboles.
Desnudos de hoja y desnutridos de savia. Pero aún así el invierno en
las choperas tiene su encanto.
Su cénit es el Otoño, cuando su hoja adquiere un color tan amarillo
que parece irreal. O el mes de Junio. Cuando suelta el blanco plumón.
Y caminar entre ellos es como hacerlo en medio de una nevada.
O en medio del duro estío, cuando las brisas del atardecer alivian
cualquier temperatura. En fín. Que me gustan.




Así pues, aquí dejo una muestra de una serie de numerosas tomas que me dejaron un estupendo sabor de boca. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de la situación.
Estan sacadas en una pequeña chopera entre Matalobos del Páramo y San Pelayo.
Aunque puede llegar a encontrarse millones de sitios de este tipo.
Luego hay gente que dice que el Páramo es monótono, aburrido y sin sustancia.
En fin.

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